Cicatrices de amor

No sé por qué, tu llegada al mundo fue así… te costó salir.

Esta estrofa de Antonio Flores representa a la perfección el nacimiento de Alaia. Que debió ser lo único que no me atormentó en ningún momento durante el embarazo. Era algo que, aunque puse todos los medios y buenas intenciones que tenía a mí alcance, no podía controlar ni prever como sucedería. Y así fue:

2 días después de mi fecha probable de parto, y aún sin indicios de que fuera a producirse, estaba algo intranquila pues parecía se me escapaba algo de orina, y aunque pensaba que era normal, al consultarlo con una amiga médico, me dijo fuera a urgencias de inmediato. Fui tan tranquila, que dejé en el coche la bolsita con lo necesario. Pero ay!! Ilusa de mí! De allí ya no saldría con mi feliz barriga.

Al poco de valorarme, vieron que tenía una fisura en la bolsa y empezaron a inducirme el parto. Serían como las 12 o la 13 de la tarde de un martes 10 de septiembre, hasta las 2am la oxitocina no hizo de las suyas y vaya si me enteré de las famosas contracciones… posiblemente fue la hora más larga de todas las que pasé hasta que me pusieron la epidural. La dilatación fue tan lenta como la hora de las contracciones. Más de 12 horas y 3 turnos de matronas fueron necesarias para pasar de 3 a 10cm. Que más o menos, coincidió la llegada de la 3ª asistente al parto, fue ella la que desde el minuto uno dijo que la cabeza por ese hueco no salía… estaba un poco girada y con la barbilla levantada; pero que aún así, íbamos a intentarlo durante una horita. 

Pasado ese tiempo decidieron practicarme una cesárea. Estaba tranquila en la medida que ya veía el final del proceso, pero también un poco nerviosa, pues nunca me había operado de nada. Fue un visto y no visto. Llegar a quirófano y no sé cuanto tardaron pero se me pasó volando.

Tengo que agradecer a los médicos todo su buen hacer en el proceso, y en especial a Jimena por acompañarme y a quién me cosió. Pues, aunque no he visto muchas cicatrices de cesáreas, dicen que es casi imperceptible. 

Para mí, es una bonita y entrañable huella de aquel día, que aunque no quiero desaparezca, sí me gustaría “minimizar”. Y aquí entra en juego el aceite corporal Kneipp que a través de madresfera y su sello de calidad, estoy testando estos días. Es un aceite 100% bio para cuidado intensivo y regenerador de la piel, ideal para prevenir la aparición de estrías en el embarazo (que conseguí esquivar) y mejorar estas y las cicatrices. En mi caso, ya dicen que es bastante buena, pero aún así, tengo una pequeña “montañita” fruto imagino del “zurcido” y las adherencias, que debería masajear. Y digo debería, porque me da mucha grima y es una tarea que comparto con la otra parte contratante. Cierto es que llevo pocos días de prueba, pero tengo buenas vibraciones con el aceite Bio Skin Oil, compuesto de aceite de cárcamo y oliva que proporcionan elasticidad a la piel, su textura es suave, se absorbe rápidamente y el olor es agradable. Además hemos conseguido tener cierta constancia, que es fundamental, masajeando la zona. Espero que la combinación: masaje, aceite y no exponer la zona al sol, dé buenos resultados. 

Para las que aún estáis en el proceso de esas maravillosas 40 semanas, animaros a cuidar la barriguita e intentar mantener las estrías a ralla. Y si aparecen, mimarlas, igual no es algo con lo que contamos, pero siempre serán un pequeño recuerdo de unos momentos mágicos.

Seguiremos informando.

2 cuarentenas en 1 año

No! Que nadie se me alarme todavía, no estoy prediciendo el futuro ni adelantándome a lo que pudiera pasar. Sólo os vengo a contar cómo en menos de 7 meses he pasado (o estoy en ello), 2 cuarentenas “deportivas”: la correspondiente a la maternidad y en la que estamos inmersos ahora mismo por culpa del maldito bichejo COVID19. Y cómo la primera me está sirviendo a sobrellevar la actual.

Durante las 40 semanas de embarazo me mantuve todo lo activa que pude y las circunstancias me permitieron. Con algunos altibajos y algún parón obligado en los primeros meses de gestación. Fueron unos 7 o 10 días de reposo que comenzó siendo relativo para terminar sólo moviéndome de la cama al sofá y viceversa. 

Pasado ese pequeño sustillo recuperé mi actividad física con normalidad, dejándome guiar por las sensaciones, sin agobiarme y haciendo lo que podía según el momento y las temperaturas dejaban. Hasta las 25-27 semanas continué corriendo, combinándolo con natación, hasta que poco a poco sólo nadaba y paseaba, para llegar al parto en la mejor forma posible y que así la recuperación fuese también más rápida.

Pero la vida de por sí es improvisada, y Alaia terminó llegando al mundo a través de una cesárea, con sus pros  y contras que conlleva una cirugía, su consecuente cicatriz y recuperación precisa. Si lo conveniente tras haber dado a luz, por el “cauce” natural es dejar pasar 40 días para realizar actividades de impacto, en una cesárea son necesarias “8 semanas, por lo menos desde el punto del suelo pélvico. Los abdominales no se cortan, sino que se separan a nivel de la aponeurosis o zona de unión de los rectos abdominales. Con prudencia y si no hay dolor, 8 semanas es la indicación de inicio de ejercicios de impacto” (indica @matronicidio ). 

Y aunque en mis planes estaba contemplada esta posibilidad, quería pensar que no se llegara a producir.  Sólo estaba deseando poder correr, retomar mis actividades físicas con las menores limitaciones posibles, pero eso tuvo que esperar. En cada cita con la matrona, o cada revisión con la ginecóloga, siempre preguntaba lo mismo ¿Cuándo puedo empezar a correr? Y la respuesta nunca variaba: todo va muy bien, la cicatriz es estupenda, pero tienes que esperar 2 meses. Al mes me dejaron empezar a hacer bici estática, que lo traduje en rodillo, con poca intensidad, sólo por el placer de poder mover las piernas.

Sea cuando sea, salvo que seáis de los afortunados que tengáis cinta para correr, en nuestro regreso tendremos que contenernos. Empezar a correr como si una lesión se hubiera cruzado en nuestro camino y lleváramos mucho tiempo sin hacerlo. 

De momento, “sólo” han pasado 5 semanas desde que estamos confinados en casa, a estas alturas, aún me restarían 3 más hace medio año para poder dar mis primeras zancadas. No negaré que a ratos se me hizo, como en estos momentos, largo, pero suplía mis ganas de hacer lo que no podía con lo que tenía a mi alcance, el rodillo. Sabemos que, al menos nos quedan unos cuantos días más antes de volver a tomar los parques y disfrutar.

Nos quedan muchos kilómetros por recorrer, muchas carreras por compartir y retos por conseguir.

El porteo como entrenamiento

Tener a un inquilino en casa siempre te pone la rutina patas arriba, y si este pequeñ@ huésped ha llegado de manera indefinida, ya puedes empezar a estrujar tu ingenio para volver a tener cierta disciplina en tu vida. Empezando por recuperar tu cuerpo tras el embarazo y parto.

No eliges cuando llega la nueva personita, en mi caso, fue a primeros de septiembre; nos ha pillado el invierno con poquitos meses. El sol, frío y horas de luz no acompañan mucho para pasear, ya no digo correr. Pero he encontrado en el porteo con funda de invierno el aliado perfecto para salir de casa y no desesperarme en el intento.

4 Razones para portear en invierno y de paso moverte:

  1. La primera y fundamental. Salir de casa, algo que parece tan sencillo hay días que resulta poco menos que imposible: el bebé, llora, tiene hambre o hay que cambiar el pañal. Estás en la puerta 1 hora después de lo planificado. Y ahora, ponlo en el cochecito y sácalo por la puerta. Casi que igual te quedas en casa. Con la mochila esos tiempos se reducen a la mitad, y la pereza del jaleo de mover el cochecito desaparece.
  2. En el carro vas tú que yo me aburro. Es lo que debe pensar Alaia cuando la dejo en el capazo. Llora como si no hubiese un mañana, tanto que al final termino haciendo malabarismos, llevando a la niña con una mano y empujando el carro con la otra. En la mochila también protesta un poco, al principio, porque luego duerme sin inmutarse por nada.
  3. Portear con frío puede ser un dilema, en cuanto a lo que la vestimenta se refiere. Lo más probable es que tendamos a sobre abrigar al bebé que no es lo más recomendable. Usar la funda de invierno es la mejor solución para mantener al peque calentito pero no demasiado y tú poder utilizar tus abrigos habituales sin tener que dar la vuelta a tu armario.
  4. Y no menos importante, portear no ocupa lugar y te deja las manos libres. Evitas tropiezos y problemas de espacio, algo que en navidades en las grandes ciudades puede limitar mucho moverte.

No soy una especialista en porteo, más bien todo lo contrario, una principiante. Si tenéis dudas sobre ello en atrevidos os explican cuáles son los trucos y premisas para un buen porteo.

En definitiva, recuperar las secuelas del embarazo pasa por no quedarte en casa y encontrar cualquier excusa y oportunidad para moverte.

Los primeros juguetes

Esta primeriza experiencia está llena de nuevos acontecimientos y elementos. Cada uno con su importancia pero todos especiales. Uno de ellos, sin duda, son los preparativos. Y creedme si os digo que aún ni he empezado con ellos, con una reforma pendiente (e inminente, espero) no puedo llenar mi reducido espacio de trastos, tengo que ser selecta. Pero no me pude resistir a los nuevos juguetes sensoriales de Fisher-Price de la mano de madresfera: Llama cojín actividad y la nutria hora de dormir

Llama cojín actividad.

Como maestra y licenciada en ciencias de la actividad física, sé de la importancia de una buena estimulación temprana para todos los bebés. En cada etapa de desarrollo deben cumplir unas características, adecuándose a las necesidades del pequeño. La llama- cojín actividad tiene todos los materiales imprescindibles para potenciar el desarrollo sensorial; en primer lugar el peque se puede recostar sobre el lomo de la llama para jugar y así poco a poco ir conociendo diferentes posturas. Además, viene dotada de un tapete con diferentes juguetes, que sumados a la suave textura de la llamita añaden variedad táctil y el espejito que incorpora permite a los bebés empezar a conocerse a sí mismo a la vez que juegan.

Nutria hora de dormir.

Y ahora vayamos con la nutria hora de dormir. Me tiene enamorada. Estoy intentando mantener a raya mi insomnio para no estrenarla yo. Y es que su barriguita se mueve arriba – abajo imitando la respiración y con ello un efecto tranquilizador que combinado con los más de 30 minutos de música y luces potencian el efecto relajante para ayudar a conciliar el sueño. Prometo, si no puedo dormir, usarlo y contar si los efectos son extrapolables a los adultos con problemas para reunirse con Morfeo.

Con todo lo que os he contado, estaréis deacuerdo conmigo que “bollito” no podía tener mejores primeros juguetes. En unos meses saldremos de dudas y sabremos si le entusiasman tanto como a su madre. Apuesto a que sí.

Entrenamiento combinado en el embarazo

Un poquito de todo y mucho de nada. Así se podría resumir mi vida durante el embarazo. Aplicado a todos los aspectos de la vida y cómo no podía ser de otra manera también al ejercicio. 

Ya adelantaba que mi intención era seguir corriendo hasta que el volumen de mi tripita me lo impidiese porque tuviera molestias o no me sintiera cómoda. Pero también que según avanzan las semanas bajan los kilómetros de carrera. Sobre todo porque cada vez voy más despacito debido a la combinación aumento de peso e incremento de la temperatura ambiental, mis pulsaciones les acompañan acompasadamente e inevitablemente la distancia que antes completaba en 30-40min ahora es menor. U otras veces, porque escuchando a mi cuerpo, empiezo a intercalar minutos de correr con otros de andar.

Cómo tampoco quiero castigar demasiado a mi suelo pélvico con tanto impacto en la carrera, combino con sesiones de natación. Al poco de conocer mi estado me inscribí en un curso municipal de natación para embarazadas. Si bien, el nivel de exigencia para las primeras semanas o meses fue muy bajito, el hecho de sólo compartir calle con otras gestantes es bastante tranquilizador y así evito el miedo a que una inoportuna y fortuita patada golpee mi barriguita.

Pero como bien dice la experta en actividad física y embarazo Lidia Romero, hay que abogar por el entrenamiento concurrente, esto es que no nos debemos limitar a las prácticas aeróbicas y se debe combinar con sesiones de fortalecimiento y movilidad articular para preparar la musculatura para el parto y mantener un tono óptimo que evite o minimice las posibles molestias consecuencia de nuestro estado. Y esto siempre supervisado con un profesional formado, en mi caso he recurrido a mi amiga Beatriz Martín, fisioterapeuta, que vigila realice correctamente los ejercicios, y así es otra forma de obligarme a realizarlos.

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Resumiendo y siempre bajo mi experiencia y las recomendaciones médicas y de profesionales de la actividad física durante el embarazo: mantenerte activa físicamente no sólo es bueno, sino que además es necesario, tanto para tu período de gestante como para una posterior recuperación, pero siempre en su justa medida y a ser posible bajo el control de profesionales.

Mami contra el crono

Tenía claro que cuando volviese por aquí era para contar algo que, cuanto menos, estuviera a la altura de mis últimas andanzas. Y ya se antojaba complicado superar aquellos maravillosos 42 kilómetros de la maratón de Nueva York. Pero vaya que mi última carrera incrementa, y con creces, las expectativas de aquel día. Hace poco más de 23 semanas que comenzó la que auguro será mi mayor triunfo, si la naturaleza sigue su curso, en apenas 4 meses llegaré a la meta de la maternidad. Y cómo no podía ser de otra manera: con las zapatillas puestas.

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Desde que anuncié mi estado de buena esperanza, han sido varios los comentarios que se sorprenden porque aún siga corriendo, y no menos las sugerencias para que deje de hacerlo. Algo que yo aún no he contemplado, pero que evalúo según evoluciona mi estado y crece mi pancita.

Y ¿Por qué correr? O ¿Por qué no hacerlo?. Siguiendo las indicaciones médicas: en mi caso no hay nada que contraindique el ejercicio físico que venía haciendo de manera habitual y diaria. Y esto es CORRER, si bien sigo unas premisas, porque en esta carrera, la única victoria es velar por el bienestar de mi bebé por encima de cualquier otra cosa.

  • Cuidado especial los primeros meses: tuve un pequeño manchado (puede ser relativamente frecuente en esta etapa), que obviamente, aunque no tuviera mayores consecuencias asusta. Lo primero que hice fue NO correr ese día, y una vez consultado con los especialistas me recomendaron reposo relativo (esto es sin ejercicio físico) hasta que en 48 horas no hubiera rastro de sangre. Pero como en estos momentos, ir con pies de plomo es importante, y aprovechando que tenía la eco de las 12 semanas próxima me abstuve de actividad física hasta esa fecha. Ahí la médico que me atendió no sólo me dijo que podía volver a hacer ejercicio, sino que además estaba comprobado que era mejor que lo hiciese.
  • Control de pulsaciones: es conveniente y necesario que la intensidad de la actividad sea moderada, y la manera más fiable de medirlo es mediante la frecuencia cardiaca. Los estándares marcan que no se debería superar las 140 pulsaciones por minuto. En teoría, en personas entrenadas, se podría ampliar ese margen, pero para mí tranquilidad prefiero quedarme corta que pasarme. Tanto es así, que en alguna ocasión el pulsómetro, o por viejito o por falta de pila, se ha vuelto loco, dándome datos inverosímiles. Que, aunque sabía que no eran ciertos ni posibles, he preferido parar y caminar ante la imposibilidad de saber cuál era mi frecuencia cardiaca exacta.

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  • Disminución del volumen del entrenamiento. En base a lo que promulgan los expertos, la única contraindicación a la carrera moderada durante el embarazo son los daños que pueda sufrir el suelo pélvico con el aumento del peso del útero y los continuos impactos. Y aunque hay casos de embarazadas que corren maratones en avanzado estado de gestación, creo que emplear el sentido común es lo mejor. Ahora mismo estoy entre los 30 a 40 minutos de carrera, con algún día de descanso. Y aunque no me gusta anticipar acontecimientos, creo que más adelante combinaré correr con andar para mantener la dosis de ejercicio siguiendo todas las precauciones posibles.

No obstante, reconozco que esta etapa es campo de dudas e incertidumbres, mi principal y atrevido consejo, desde mi corta experiencia de embarazada primeriza es que primero te asesores con expertos y sobre todo que lo que hagas lo realices con la tranquilidad de estar haciendo lo mejor para ti y tu bebé.

NY marathon. La felicidad difumina el cansancio

Puente Verrazano. Una mezcla de júbilo y contrariedad. Estaba entusiasmada con lo que tenía por delante y a la vez temerosa al ver las cifras que mi GPS arrojaba, una media de 4:20 los primeros compases no eran buen presagio. No era consciente del desnivel que estábamos

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pasando, ni del viento en contra que nos frenaba, sólo me tranquilizaba que pudiera ser consecuencia de no haber calentado. Cuando nos alcanzó Jose Antonio, dejé de pensar por unos instantes e intenté sonreír a cámara. Me resistía a mirar el reloj, el tiempo no me preocupaba en exceso, pero sí tenía una idea del ritmo que me gustaría rondar. Al descender el puente, los dígitos del cronómetro fueron bajando y ajustándose a lo planeado.

En Brooklyn, empezó la fiesta. De repente todo se volvió bullicio, una hilera de gente a ambos lado de la acera animando en todos los idiomas, aplaudiendo sin cesar. Te ofrecían bebida, comida, papel para secarte el sudor o incluso con carteles, te abrían la puerta de su casa para que utilizaras el baño. En esos momentos recordaba las instrucciones de quienes conocen los entresijos de la maratón de Nueva York, de no dejarse llevar por el júbilo del ambiente. Pero era imposible, cada vez corría con más ganas.

Avisados también estábamos del contraste de animación con el barrio judío. Nos habían dicho que los gritos se apagaban y llegaba el silencio. Que en ese punto la maratón pasaba con indiferencia a los ojos de sus vecinos. Pero algo está cambiando, porque aunque los decibelios bajaron ostensiblemente, allí también había muestras de aliento, los niños aplaudían y sacaban sus manos para chocar las palmas, niñas ofreciéndote caramelos.

Diviso banderas de España, nos alegra ver alguna ikurriña a la que también devolvemos el saludo, hasta que sobre la octava milla oímos los gritos inconfundibles de Pepe, Marisa y María José, junto a un grupo de españoles, que no sólo nos jalean, también nos hacen fotos.

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La hidratación y alimentación puede ser determinante en un maratón, en épocas de calor el cuerpo te pide líquido, pero cuando la temperatura refresca es fácil descuidarse. En la maratón de Nueva York ponen todo de su parte para que esto no sea un problema. Avituallamientos cada milla pasada la tercera. Yo opté por beber en puntos alternos, combinando agua con sales. Sobre el kilómetro 15, 25 y 35 tomar mis propios geles de 226ers. Javi, además de ser mi fiel compañero se preocupa de cogerme los vasos, yo sólo tengo que correr.

De los 5 barrios, por Brooklyn discurre la mayor parte de la maratón, justo la media está situada en el puente que da paso a Queens (1:23:16). Cada pasarela implica una elevación, y las cuestas no son mi fuerte. También, la ausencia de público lo complican un poquito más. Pero aún vamos con fuerzas y no nos resentimos mucho. Algo peor se me da Queensboro Bridge, un puente larguíiiisimo, diría que casi interminable, en el que los kilómetros empiezan a pesar. Con un descenso que hace daño en algunos cuádriceps, no en los míos que ven una cuesta abajo como gloria divina.

Entrada en Manhattan. La primera avenida es larguísima pero la animación se vuelve

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incesante. Estoy disfrutando tanto que el sufrimiento se difumina con la alegría. Veo de nuevo grupos de españoles, las banderas de Endeavor y me acerco a chocar las manos, oigo mi nombre y me vengo  arriba. No siento cansancio, eso y que el trazado es favorable en aquellos instantes. Otro puente nos lleva a El Bronx, por donde transcurrimos poco más de una milla. El contraste de público y arquitectura urbana es evidente.

Vuelta a Manhattan por la 5a avenida. Aquí es el único momento que me vengo un poco abajo, aunque el ritmo se ha resentido antes, mi moral flaquea cuando enfilamos por segunda vez la quinta. Siempre picando hacia arriba no veo el final de tan eterna avenida. Se me hace dura y tediosa, Javi me anima porque sabe que ve se me está atragantando ligeramente.

Por fin entramos a Central Park. Una carretera de toboganes, que si bien pican un poquito, sé que después de una subida llega la consiguiente bajada. Es en la primera de ellas, donde veo a una chica con camiseta de Big Island con la que había ido gran parte de la maratón jugando a adelantarnos alternativamente. Le digo a Javi de ir a por ella, y me insta a que lo haga yo; «Ahora te pillo» me dice. Decidida voy hacia ella, la rebaso, y al poco miro atrás en busca de míster duatlón, pero no le veo. Un español me grita que no mire atrás. Atisbo a otra mujer y me lanzo a superarla antes de llegar a Columbus.

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Veo el cartel de 800 metros. La meta está cada vez más cerca, y como no, cuesta arriba. No sé si apretar o pararme en seco. Javi no llega a mi altura y el sueño de cruzar la línea juntos se desvanece. Alzo los brazos. Lo he conseguido. 2:53:01. He de reconocer que pensé iba un pelín más rápido, el paso por los puentes pudo despistar al GPS que me marcaba un ritmo algo mejor. Pero en cualquier caso estoy súper feliz con la experiencia. Enseguida miro atrás para buscar a García que no aparece, pasados unos minutos por fin llega. Lo que yo creía eran problemas musculares fueron en realidad estomacales, pero al tener que parar también sobrevinieron los primeros. Nos queda una cuenta pendiente con Nueva York, rebasar la meta juntos.

Para terminar, agradecer a todos los que nos han acompañado en este sueño. A Campofrío por esta magnífica iniciativa, al equipo de Your First Sports encabezado por Miguel, Jaime, Carolina, Aaron y el resto de compañeros. A los valientes con los que compartí sueño, viaje y muchas risas: Jose Antonio, Roberto, Alberto, Laura, Leticia, Jimena, Manolo. También los que no pudieron estar en Nueva York pero les tenemos presentes siempre: Raúl, Sonia y Antonio. Y a los capitanes de la aventura: Juan Carlos Higuero y Miguel Ángel Muñoz. Sin olvidarme cómo no, a todos mis chic@s de Corre Con Nosotros, que estuvieron animando en la distancia. Como mi familia, mi madre y Amaya siempre preocupadas. Sobre todo a Javi por ser mi guía, sombra y animador en todo el proceso de maratón.

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Nos vemos en la próxima!!

Volando hacia el sueño americano

2 de noviembre de 2017. Aeropuerto de Barajas. A las 16:30 partía el avión fletado para cumplir mi sueño, y el del resto de mis compañeros Valientes: El maratón de Nueva 

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York. Las mochilas repletas de ilusión, de ropa de la que desprendernos en Verrazano, para cubrir nuestro cuerpo de un dulce sufrimiento y llenar las piernas de kilómetros. Sin incidencias, pero con la grata sorpresa de encontrarme en las nubes con la encantadora Sonia, comenzamos a surcar el Atlántico para aterrizar en Nueva York.

Como si del día de la marmota se tratase, las mañanas previas a la gran cita amanecían con la misma secuencia: despertar pronto bajo los efectos del cambio horario, salir a correr con Jimena y Javi a horas en las que en Madrid me resultaría casi impensable. Dirigir nuestras zancadas, contenidas por la emoción, para llegar a Central Park. Fugaces saludos a la carrera con caras conocidas como Paco y Nerea. Parada frente a la meta a inmortalizar el momento, en teoría, pese a las pocas horas de sueño, con mejor cara que el día de la carrera. Creo tampoco se podía, pero por si acaso, tampoco nos planteamos cruzar el arco de la milla 26 y poco, no fuera a volverse en contra la suerte.

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El domingo, los caprichos de la convención para atrasar los relojes, hizo que pudiésemos disfrutar de una hora más en los brazos de Morfeo, o al menos, intentar acercarnos a su vera, pues la noche anterior no se caracteriza por un profundo sueño, más bien lo contrario. Poco antes de las 5:00 de la mañana ya estábamos en pie. Ligero desayuno, y sin perder minuto recoger lo imprescindible para la salida.

TCS NYC marathon tiene la complejidad de tener los puntos de meta y salida bastante equidistantes, con el añadido de esta última estar situado sobre el puente Verrazano, que une Staten Island con Brooklyn. Con lo que la llegada a este emplazamiento se tiene que hacer con muchísima antelación, esto es, como poco 2 horas antes en el mejor de los casos. Este fue el único momento «crítico» que recuerdo, el atasco cuando nos dirigíamos a Ford Wadsworth, condimentado con un pequeño rodeo de nuestro autobús que nos retraso unos cuantos minutos, hizo que la angustia, mezclada con una buena dosis de nerviosismo, se apoderara de mí y llegara a pensar que no llegaríamos en hora a la entrada de nuestro corral.

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El frío que pudiéramos sufrir, durante la espera, a principios de Noviembre con la conjunción de las gélidas aguas como termostato, era casi lo que más me asustaba de este Majors. Ataviados cual cebollas, con ropa vieja muchas veces sin ningún tipo de criterio para su conjunción, Ford Wadsworth parecía un desfile de corredores de los años 80 y personas con pocos recursos. Pero, mejor calientes que elegantes. Todo lo que lleváramos de más se quedaría allí para la beneficiencia.

El grupo se disgregó al llegar al recinto de salida. Fotos de despedida y buenos deseos. Javi y yo nos manteníamos unidos, buscando la entrada al corral azul. Sentándonos unos minutos para descansar las piernas hasta la hora de pasar al puente. Allí fue grato encontrarnos con Javi Moro y Oskar Díez, juntos escuchar el himno americano y el cañonazo de salida.

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A correr!! continuará….

Maratón de Madrid. 42 kilómetros de ilusiones

2016 terminó de manera agridulce en cuanto a resultados deportivos se refiere, una tónica que no veía mejorar en un futuro cercano. Carente de objetivos ilusionantes cercanos. Debía tomar cartas en el asunto y redireccionar mis zancadas hacia una meta. El 1 de Enero me levanté y puse las miras en el Maratón de Madrid. Pero las cosas en los meses siguientes no acompañaron demasiado y los sinsabores se prodigaron más que las alegrías. Tras tantos años de kilómetros en mis piernas, reconozco mi cansancio, tanto físico como mental, decidí que correr no me podía suponer más disgustos innecesarios. Es por ello que quise enfocar la distancia de Filípides sin exigencias, sólo con las ganas de vivir y disfrutar de cruzar la meta en la ciudad que me vió nacer y crecer.

El entrenamiento de estos meses ha sido todo lo contrario al de otras ocasiones donde el reloj, los ritmos, el sufrimiento marcaban el día a día de la preparación. Esta vez, me he olvidado de esa lucha conmigo misma y me he centrado en disfrutar en cada sesión. Con menos kilómetros e intensidad de lo habitual. Llegaba a la cita capacitada para realizar  largos esfuerzos pero no suficientemente preparada para hacer frente a los 42 kilómetros.

La mañana  amanecía soleada, pero 2 nubarrones negros amenazaban mi mente. Mis preocupaciones se centraban en un dolor intenso de metatarso en los días que las sesiones se prolongaban por encima de los 15 kilómetros contínuos, que me impedía proseguir la marcha durante mucho más tiempo. Y no menos importante, la falta de saber gestionar y aguantar el sufrimiento. Era consciente que ambos temores aparecerían, no sabía cuándo ni si sabría capearlos. Por otra parte, tener a Javi a mi lado, me tranquilizaba, su compañía siempre es un aliciente para mí, me anima, guía y exige.

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Foto: Pepe Campos

Como manda los cánones de las competiciones importantes, desayunamos 3 horas antes, y aunque apuramos más de lo habitual, a las 8 de la mañana cogimos la moto y nos pusimos en camino. Aquí empezaron los contratiempos, nos encontramos la calle Bravo Murillo cortada, llegar a la salida se complicaba. Supimos mantener la calma y buscar alternativas. Breve calentamiento, y listos para afrontar los 42 kilómetros.

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Foto: Jesús Carrero

Aunque disfrutar y acabar la prueba era el objetivo que sobresalía por encima del tiempo, habíamos tomado de referencia el tope de las 3 horas para marcar el ritmo. La estrategia era subir Castellana no mucho más rápido de 4:15 el kilómetro, sabiendo que era muy posible que las primeras zancadas se dispararan algo más veloces. Luego intentar incrementar un poco el paso en los terrenos favorables y mantener el tipo en las subidas. Creo que como máquinas de precisión clavamos nuestros propósitos. Disfrutando de cada metro, sin parar de oír mi nombre en cada esquina, e incluso a muchos de los corredores que me sobrepasaban. Durante los 13 primeros kilómetros compartimos circuito con los participantes de la media, me ayudó mucho seguir la camiseta de Corre Con Nosotros de Jose Cobos, que nos paso como una exhalación en los primeros compases y luego cada vez le teníamos más cerca.

Para mí uno de los momentos más emotivos de la mañana fue vislumbrar a mis sobrinas animando, pancarta y cencerro en mano, en la zona de Gran Vía, ver correr a Ariadna por detrás del público a mi par por unos metros casi hace se me salten las lágrimas.

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Las sensaciones eran buenas, el ritmo perfecto, sólo me atormentaba mi vejiga, que pedía ser vaciada desde salida. En plaza Castilla deseché la idea de parar a silenciar mi tormento, era demasiado pronto. Hasta poco antes de la media maratón no ví los siguientes baños portátiles, momento en que hicimos una parada rápida. Ya liberada proseguimos la marcha, pero mis pies, a esas alturas ya empezaban a arder, los metatarsos sentían clavar puñales en cada apoyo. Necesitaba parar de nuevo. Nada más tomar Avenida de Valladolid me senté en la acera, me despojé de zapatillas y calcetines y me desprendí de unas almohadillas ortopédicas que me había puesto.

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En los kilómetros siguientes todo fue a peor, nos adelantó y vimos alejarse en el horizonte al globo de las 3 horas. Hasta esos compases, aunque de manera anecdótica, seguía liderando la prueba popular en categoría femenina, pero al entrar en la Casa de Campo, perdí también esa posición. Me hundí física y moralmente, las ganas de abandonar eran cada vez más fuertes y no hacía más que preguntar a Javi cuando nos parábamos. El me contestaba: en el lago. Lo rodeamos, nos alejamos, y volvimos a el, pero no nos deteníamos. A míster duatlón, parar en el 24 le pasó factura muscularmente, la salida de la Casa de Campo fue crucial para él, un calvario para sus cuadríceps. Yo daba por hecho que mi aventura iba a finalizar, por lo que le pedí no siguiera sufriendo. Por inercia y los ánimos de mis hermanas, Amaya y Yolanda, acompañadas por Irene, seguí mi marcha, mis propósitos se cernían en avanzar kilómetro a kilómetro.

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Nuevo plan de acción: Tenía que lidiar con el segundo gran temor, la falta de entrenamiento del sufrimiento. Descontar metros, fragmentar lo que me quedaba, corriendo entre los avituallamientos y andando al llegar a ellos mientras me hidrataba correctamente, sin prisas ni sobresaltos. Sólo pensaba en ver a mis sobrinas por segunda vez, necesitaba sentir sus ánimos, la única energía capaz de resucitarme en esos momentos, y aunque estaban, no las ví. Recuerdo los ánimos de Manolo, Fran, Gándara, de los Drinkingrunners, con mis chicas Marta, María y Raquel, gritando como si no hubiera un mañana. Y seguir avanzando poco a poco hasta la meta. Cuando enfilé Príncipe de Vergara supe que lo conseguiría, de repente, como si se tratara de un último aliento, mis piernas volvieron a carburar, no era un ritmo frenético, pero sí mayor que los pasados.

Un pie en El Retiro, un kilómetro para acariciar mi momento de gloria personal. Alcanzar un sueño hecho realidad gracias a todos los que alimentasteis mi esfuerzo, acompañasteis en el sufrimiento y aguantasteis mis dudas en este día y los que precedieron. Crucé la meta de la 40º edición del maratón de Madrid en 3 horas 7 minutos 56 segundos. Anecdóticamente fui la octava de la general, segunda europea y primera española y madrileña. Pero sobre todo feliz de haber conseguido terminar venciéndome a mí misma.

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Corre, comparte y disfruta

Comparte y disfruta. Simple y sencillo, poco más se necesita para ser feliz con la persona/as a la que quieres . Y lo demás, casi diría que está de más. El amor no lo sustentan las cosas materiales, está en los segundos que pasan cuando estás al lado de quién eliges.

Tan individual como correr y tan gratificante hacerlo en pareja. Por enésima vez, reconozco, que uno de mis mayores deseos, ya hecho realidad, es cruzar la meta de un maratón con Javi. Pero antes de alcanzar esa línea final, son muchos los kilómetros compartidos, esfuerzo, sufrimiento, alegrías y recompensas podrían ser los sustratos que avituallan nuestras acompasadas zancadas. No exentas, claro está, de alguna desavenencia, porqué mister duatlón, además de ser mi fiel compañero es el más cruel de los jueces y sargentos. En más de una ocasión, cuando mis fuerzas han flaqueado y mi cabeza ha detenido a las piernas. Javi me grita sin compasión para seguir, abandonar para él no es una opción. Aún con todo, correr nos une. Y no necesito un día especial para celebrar un sentimiento.

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Haz que cada momento sea especial. Aunque lo sencillo sea lo fundamental, siempre se puede «aderezar» escapando de la rutina. Eso fue lo que pensé el otro día cuando de repente, y por sorpresa, recibí un regalo de SaludBox. Un pequeño y cuidado paquete para celebrar San Valentín que contenía mucho más de lo que imaginaba: una experiencia wonderbox a elegir entre un variado abanico de actividades, acompañado de un paquete de chicles Amore. ¡La combinación perfecta para disfrutar en pareja!

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Para quienes no los conozcan, los chicles Amore pertenecen a la gama de productos masticables de SaludBox, de absorción sublingual, que favorecen la absorción, de una manera efectiva para el organismo y cómoda para su ingesta. Amore, posee como principal principio activo la maca, que es un tubérculo procedente de los Andes de Perú, con un potente poder afrodisíaco, aumentando la líbido. Como deportistas, junto con la arginina, otro gran conocido para nosotros, nos ayuda a reducir el cansancio y aumentar la vitalidad. Para las mujeres, también puede ser usada como regulador de hormonas y ciclos menstruales.

Lo dicho, el plan perfecto para hacer un día especial con tu pareja disfrutando de cada instante: carrera, experiencias diferentes y unos chicles Amore en el bolsillo.