Cicatrices de amor

No sé por qué, tu llegada al mundo fue así… te costó salir.

Esta estrofa de Antonio Flores representa a la perfección el nacimiento de Alaia. Que debió ser lo único que no me atormentó en ningún momento durante el embarazo. Era algo que, aunque puse todos los medios y buenas intenciones que tenía a mí alcance, no podía controlar ni prever como sucedería. Y así fue:

2 días después de mi fecha probable de parto, y aún sin indicios de que fuera a producirse, estaba algo intranquila pues parecía se me escapaba algo de orina, y aunque pensaba que era normal, al consultarlo con una amiga médico, me dijo fuera a urgencias de inmediato. Fui tan tranquila, que dejé en el coche la bolsita con lo necesario. Pero ay!! Ilusa de mí! De allí ya no saldría con mi feliz barriga.

Al poco de valorarme, vieron que tenía una fisura en la bolsa y empezaron a inducirme el parto. Serían como las 12 o la 13 de la tarde de un martes 10 de septiembre, hasta las 2am la oxitocina no hizo de las suyas y vaya si me enteré de las famosas contracciones… posiblemente fue la hora más larga de todas las que pasé hasta que me pusieron la epidural. La dilatación fue tan lenta como la hora de las contracciones. Más de 12 horas y 3 turnos de matronas fueron necesarias para pasar de 3 a 10cm. Que más o menos, coincidió la llegada de la 3ª asistente al parto, fue ella la que desde el minuto uno dijo que la cabeza por ese hueco no salía… estaba un poco girada y con la barbilla levantada; pero que aún así, íbamos a intentarlo durante una horita. 

Pasado ese tiempo decidieron practicarme una cesárea. Estaba tranquila en la medida que ya veía el final del proceso, pero también un poco nerviosa, pues nunca me había operado de nada. Fue un visto y no visto. Llegar a quirófano y no sé cuanto tardaron pero se me pasó volando.

Tengo que agradecer a los médicos todo su buen hacer en el proceso, y en especial a Jimena por acompañarme y a quién me cosió. Pues, aunque no he visto muchas cicatrices de cesáreas, dicen que es casi imperceptible. 

Para mí, es una bonita y entrañable huella de aquel día, que aunque no quiero desaparezca, sí me gustaría “minimizar”. Y aquí entra en juego el aceite corporal Kneipp que a través de madresfera y su sello de calidad, estoy testando estos días. Es un aceite 100% bio para cuidado intensivo y regenerador de la piel, ideal para prevenir la aparición de estrías en el embarazo (que conseguí esquivar) y mejorar estas y las cicatrices. En mi caso, ya dicen que es bastante buena, pero aún así, tengo una pequeña “montañita” fruto imagino del “zurcido” y las adherencias, que debería masajear. Y digo debería, porque me da mucha grima y es una tarea que comparto con la otra parte contratante. Cierto es que llevo pocos días de prueba, pero tengo buenas vibraciones con el aceite Bio Skin Oil, compuesto de aceite de cárcamo y oliva que proporcionan elasticidad a la piel, su textura es suave, se absorbe rápidamente y el olor es agradable. Además hemos conseguido tener cierta constancia, que es fundamental, masajeando la zona. Espero que la combinación: masaje, aceite y no exponer la zona al sol, dé buenos resultados. 

Para las que aún estáis en el proceso de esas maravillosas 40 semanas, animaros a cuidar la barriguita e intentar mantener las estrías a ralla. Y si aparecen, mimarlas, igual no es algo con lo que contamos, pero siempre serán un pequeño recuerdo de unos momentos mágicos.

Seguiremos informando.