A estas alturas de nuestra existencia, de toda la información que recibimos, es por todos conocidos los beneficios de la actividad física. Nadie pone en duda el poder de prevención del ejercicio sobre determinadas patologías. Pero más allá de la profilaxis está también la fuerza terapéutica del movimiento. Que lo diga yo que llevo más de 20 años corriendo puede restar credibilidad a mis palabras, para que ello no suceda, he pedido a la médico Paloma Cano y a la psicóloga Ingrid Pistono nos hablen del ejercicio como terapia o como digo yo: #RunningTerapia.
Ambas especialistas coinciden en resaltar las funciones de las endorfinas segregadas en el ejercicio. Tanto es así que Paloma nos cuenta como «estas sustancias químicas intervienen en el control del dolor. A la vez que favorecen el estado de ánimo, por lo que son especialmente beneficiosas en personas con depresión y ansiedad.
Por otra parte, correr es un fantástico aliado para el control del peso ya que tiene una relación directa con la insulina, hormona protagonista en la regulación de la glucosa y de la ganancia de peso. También actúa disminuyendo la presión arterial y aumentando el HDL, que es el colesterol bueno y, por tanto, actuando sobre los factores de riesgo cardiovascular. Tanto es así que se ha publicado un estudio donde han comparado las coronarias de mujeres que corren maratones frente a las que no realizan ejercicio y se demuestra claramente, que las arterias de las mujeres que corren tienen menos placas de colesterol. A nivel del corazón aumenta el tamaño de los ventrículos y de las aurículas, y también hace que nuestras arterias coronarias sean más numerosas, favoreciendo el riego del corazón.
¿Y qué ocurre con nuestros huesos? Al correr aumenta la densidad de nuestros huesos y por lo tanto se fortalecen, disminuyendo el riesgo de osteoporosis. Este beneficio se ve aumentado en deportes de impacto estando a la cabeza el judo y el running».
A Ingrid le pedí me diera su punto de vista de psicóloga, aunque ella insiste que las mejoras son generales porque estadio físico y psíquico son inseparables. Y añade, que: el deporte en general es motivo de liberación, de generación de endorfinas y nos ayuda a sentirnos mejor. Salir a correr reduce el estrés, mientras rodamos liberamos tensiones, la respiración acompasada nos ayuda a calmarnos, al concentramos en nuestros pasos, la mente se relaja y podemos pensar de manera más objetiva.
Corriendo nuestro ánimo mejora y somos capaces de ver más opciones para tratar de resolver las situaciones del día a día. Una salida de media hora, ayuda a mejorar nuestro estado físico pero también es un tiempo que nos concedemos para cuidarnos y para reflexionar.
Al correr aliviamos la fatiga mental, si lo hacemos con regularidad, también incrementará nuestra autoestima. No es necesario conseguir un cuerpo perfectamente definido, la rutina mejorará nuestra apariencia y también nos hará más fuertes. Nos sentiremos mejor y tendremos una percepción más positiva sobre nuestra imagen».
Hace muchos años, tuve un entrenador – Jose Luis Calvo – al que «lloriqueaba» cada mes con mis dolores menstruales, él muy tajante e inamovible en sus mandatos me decía: «ponte a correr, que cuando lleves un rato ya te dolerá otra cosa» y lo cierto es que funcionaba; el movimiento era un perfecto analgésico para mis ovarios, tal vez, como ha explicado Paloma por la intervención sobre el dolor de las endorfinas.
Por eso, y porqué cuando salgo a correr con preocupaciones, parece que las pierdo según avanzan los kilómetros he acuñado el término de #RunningTerapia que a tenor de lo que nos cuentan las expertas tiene su base científica. Ahora, si te preguntan por qué corres, puedes añadir a tu lista de explicaciones: es mi medicina.