La Peineta, un recuerdo atlético

En unos meses, Madrid se volverá a vestir de gala para re-inaugurar lo que en su tiempo fue el recinto de peregrinación hacia los sueños de muchos atletas. La Peineta o el futuro nuevo coliseo del Atlético de Madrid, abrirá sus puertas reconvertido en un mega estadio con la capacidad y peculiaridades a la altura de los mejores espacio del balompié.

Pero para cuando eso suceda, mis recuerdos y los de otros muchos atletas, y ex-compañeros de fatigas, quedarán sepultados bajo la alfombra verde en la que años atrás se encontraba el sintético naranja que tanto nos hizo disfrutar y sufrir.

No podría precisar si fue en diciembre de 1994 o a principios de enero de 1995 cuando nos dirigimos por primera vez, Amaya y la que escribe, a las instalaciones de La Peineta. Con unas zapatillas de clavos recién comprados (las recomendaciones de no estrenar nada el día de la competición llegaron después), dispuestas a participar en una competición de salto de longitud. Por extraño que parezca, nunca previamente habíamos practicado tal disciplina, sólo días antes realizamos unos ejercicios de multisaltos por los que nos incitaron acudir a las pruebas. De todos los intentos de los que disponíamos, en tan sólo uno y por los pelos, conseguí salvar los 3 metros que separaban la tabla de la arena.

Ese año fueron muchos y variados nuestros paseos. Con una amplia gama de distancias a elegir. Desde los 100 metros a los 10 kilómetros. Por aquel entonces, y por descabellado que resulte ahora, en la categoría junior se corrían 10.000 metros en pista. Para mí, fueron el impulso para mejorar atléticamente. En el club que militaba, me propusieron correr las 25 vueltas y así, asistir al campeonato de España que se celebraba en Castellón, era una oferta irrechazable, a mis 17 años eso se traducía en 3 días con los gastos pagados conviviendo con otros atletas. No me lo pensé 2 veces, aunque tuve que hacer 2 intentos para conseguirlo. El primero en Alcorcón y la segunda tentativa en una casi vacía Peineta, sólo arropada por los ánimos de los jueces y un par de marchadores que nos precedieron.

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10km. Castellón 1995 (perdonar la calidad de la imagen 😉 ).

A la vuelta de Castellón, de nuevo fuimos a pasar una tarde, nunca mejor dicho, a las instalaciones de las Rosas. Amaya tenía pensado correr 100 metros y yo creo que 1500 u 800. Estando allí le dijeron que si se apuntaba al 10.000 entraría en el ranking junior del año. No sabíamos ni qué era eso, pero intuíamos sería bueno. Y allá que se puso, por caridad familiar o para no aburrirme mientras, la acompañé en su solitaria y oscura andanza alrededor del óvalo. Ni que decir, que tras 100 vueltas en el sintético en una misma temporada no volví, ni pienso hacerlo una vez más.

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Pero no sólo corrimos en el emblemático estadio. También hicimos labores de voluntarias. El campeonato de España absoluto se celebró en 1995 en La Peineta, congregando a las estrellas de una época dorada del atletismo español. Inolvidable para nosotras la foto del podium del 1500 metros masculino con un imponente Fermín Cacho, escoltado por Isaac Viciosa y Mateo Cañellas. O el año siguiente cuando la super liga aterrizó en Madrid, y de nuevo, nosotras fascinadas viendo como entrenaban y la cercanía con los grandes atletas europeos y nacionales, una especie de super héroes con figura humana. Nombres ilustres como Fermín Cacho, Julia Vaquero o el jovencísimo Roberto Parra, toda una figura sólo unos años mayor que nosotras.

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Podría seguir escribiendo historias bajo el mismo escenario, recuerdos imborrables que posiblemente, cuando por televisión la euforia atlética festeje los éxitos de su equipo, humedezcan mis ojos, al igual que el de otros muchos que por allí fueron a pelear por sus sueños.